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Claretianos San José del Sur
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En un concurrido acto que sumó emotividad y cordial alegría, fueron celebrados el 19 de septiembre los 100 años de vida del Padre Mario Calvo González.
Se trata de uno de los misioneros más beneméritos, apreciados, y hoy el más antiguo, entre los que integran la Provincia San José del Sur, quien ha llegado a una edad tan emblemática como poco usual tras una larga trayectoria, en que ha entregado la mayor parte de su vida a la misión claretiana, cumpliendo las actividades de diversa índole que le ha confiado la Congregación por más de 80 años.
Esto fue destacado en la mañana de su 100° cumpleaños, en una eucaristía colmada de asistentes, que se dieron cita en la capilla de la comunidad histórica de Santiago, donde el Padre Mario reside desde hace ya largos años; la que en 1870 fuera sede de los primeros claretianos llegados a Chile y América.
Presidida por el superior mayor de la Provincia P. José Abarza, la eucaristía fue concelebrada por el homenajeado y más de una decena de misioneros entre sus hermanos de comunidad y representantes de numerosas otras.
En un breve repaso de su larga vida, el P. Abarza recalcó la polifacética personalidad del Padre Mario, con la que ha cumplido desde las duras faenas de las misiones populares hasta los cargos de más alta responsabilidad.
Una larga trayectoria
El P. Mario nació en Santiago el 19 de septiembre de 1924, hijo de una familia muy cercana a los misioneros claretianos. Ingresó así, siendo un adolescente, al seminario menor de la Congregación, a la que se incorporó formalmente a los 18 años, al emitir los primeros votos de consagración.
Tras cursar la carrera, fue ordenado sacerdote el 22 de septiembre de 1951. Al año siguiente partió a Roma y España para doctorarse en teología y sociología.
Volvió al país en 1957, y fue designado formador, primero en el seminario mayor claretiano situado entonces en Talagante, y luego en el internacional de Córdoba, Argentina.
Tras su regreso posterior al país, desempeñó cargos como superior, miembro de los equipos de gobierno en la provincia claretiana de Chile, y otros, en comunidades como las de Talagante, Antofagasta, Andacollo, Curicó y Santiago. Fue superior provincial durante nueve años, entre 1989 y 1998.
Una de sus obras más destacadas fue la creación y organización del Museo Claretiano de Chile, que conserva y mantiene hasta hoy importantes testimonios y reliquias de la historia de la congregación claretiana y de su antigua provincia de Chile, la primera tras la original de España. Esta valiosa realización fue inaugurada el año 2001 por el entonces superior general de la Congregación, P. Aquilino Bocos Merino, hoy cardenal.
El P. Abarza señaló como de especial relieve el espíritu progresista del P. Mario, quien en su momento no trepidó en establecer residencias misioneras en barrios netamente populares, en alguno de los cuales dio el ejemplo de irse a vivir con misioneros jóvenes, pese a fuertes críticas de algunos mayores que se escandalizaron por ello.
Frente a una vida congregacional tan larga como singular, el Superior Provincial pidió al P. Mario que escriba sus memorias, las que de seguro serán muy valiosas para las actuales y futuras generaciones misioneras.
Ello teniendo en cuenta que el P. Mario mantiene una admirable lucidez y autovalencia. Su singular bagaje de conocimientos, experiencias y largas décadas de acción misionera lo convierten en memoria viva de un extenso período en la historia de la congregación claretiana, tanto en el ámbito local como internacional. Un verdadero tesoro que sigue volcando por escrito en su computador inseparable, y en la comunicación directa con quienes buscan y reciben de él orientaciones, apoyo o cercanía espiritual. Con la sabiduría, sencillez y jovialidad que ha entregado y valoran de él numerosas generaciones de misioneros, heterogéneas instituciones e innumerables personas a las que ha dedicado una vida misionera tan larga como fecunda.
Un alegre y concurrido ágape celebratorio
Tras la eucaristía, los más de cien asistentes se congregaron en el comedor de la comunidad, para compartir un ágape que por un par de horas mantuvo junto al homenajeado una alegre celebración, en que surgieron recuerdos, abundaron los abrazos y las fotografías. En especial las que plasmaron junto al P. Mario los miembros de una enorme familia surgida de sus hermanos, Carlos y Pilar, ya fallecidos.
Tras el encuentro quedó la impresión de un singular centésimo cumpleaños, con los augurios de que ojalá el P. Mario cumpla muchos más, en la salud y admirables condiciones con las que ha llegado a los 100 años.
Alfredo Barahona Zuleta.